jueves, 9 de junio de 2011

A mis hijos: Estefani, Naren, juan David y Maria


Mi Propia Historia
El día que este viejo y ya no sea el mismo, tengan paciencia y compréndanme. Cuando derrame comida sobre mi camisa y olvide como atarme mis zapatos, recuerden las horas que pase enseñándoles a hacer las mismas cosas.
Naren

Juan David
Si cuando platiquen conmigo, repito y repito las mismas palabras que ustedes saben de sobra como termina, no me interrumpan y escúchenme. Cuando eran pequeños para que se durmieran tuve que contarles miles de veces el mismo cuento hasta que cerraban los ojitos.
Cuando estemos reunidos y sin querer haga mis necesidades, no se avergüencen y compréndanme que no tengo la culpa de ello, pues ya no puedo controlarlas. Piensen cuantas veces cuando niños los ayude y estuve paciente a su lado esperando a que se durmieran.
No me reprochen porque no quiera bañarme; no me regañen por ello. Recuerden los momentos que los perseguí y los mil pretextos que me inventaba para hacerle más agradable su aseo. Acéptenme y perdónenme. Ya que soy el niño ahora.
Cuando me vean inútil e ignorante frente a todas las cosas tecnológicas que ya no podré entender, les suplico que me den todo el tiempo que sea necesario para no lastimarme con su sonrisa burlona. Acuérdense que yo fui quien les enseñó tantas cosas. Comer, vestirse y su educación para enfrentar la vida tan bien como lo hacen, son producto de mi esfuerzo y perseverancia por ustedes.
Cuando en algún momento mientras hablamos me llegue a olvidar de que estamos hablando, demen todo el tiempo que sea necesario hasta que yo recuerde, y si no puedo hacerlo no se burlen de mí; tal vez no era importante lo que hablaba y me conforme con que me escuchen en ese momento.
Si alguna vez ya no quiero comer, no me insistas. Se cuanto puedo y cuanto no debo. También comprendanme que con el tiempo ya no tengo dientes para morder ni gusto para sentir. Cuando me fallen mis piernas por estar cansadas para andar, demen su mano tierna para apoyarme como lo hice yo cuando comenzaron a caminar con sus débiles piernas. Siempre quise lo mejor para ustedes y he preparado los caminos que han debido recorrer.
Piensen entonces que con el paso que me adelanto a dar estaré construyendo para ustedes otra ruta en otro tiempo, pero siempre con ustedes.
No se sientan triste o impotente por verme como me ven. Demen su corazón, compréndanme y apóyenme como lo hice cuando empezaron a vivir. De la misma manera como los he acompañado en su sendero les ruego me acompañen a terminar el mío. Demen amor y paciencia, que les devolveré gratitud y sonrisas con el inmenso amor que tengo por ustedes.

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